Educación auditiva
La educación musical de un niño, afirmaba Zoltan kodaly, comienza en el vientre de su madre. Si esta afirmación es cierta en aquellos lugares donde la música es sinónimo de cultura, no puede decirse lo mismo de la ciudad de Iglesias. Desde hace algún tiempo, diversas asociaciones culturales hacen todo lo posible por organizar eventos musicales de alto nivel artístico, pero con un único resultado: público adulto y casi siempre las mismas personas.
Sin embargo, quienes administran la ciudad siempre tienen como principal objetivo la creación de espacios culturales sin pensar en que el contenedor sirve de poco si falta el contenido. Y el contenido más importante son precisamente los jóvenes.
Asistir a un concierto de música clásica, ya sea de cámara o sinfónica, presupone en el oyente la capacidad de observar e identificar la organización interna de una pieza propuesta.
Todo ello implica una educación del oído que debe germinar desde una edad temprana; sólo en estas condiciones puede hablarse de contacto consciente con la música.
Mucha gente y (por desgracia) algunos profesores están convencidos de que saber tocar un instrumento significa haber alcanzado la madurez musical completa; en realidad no es así, y la prueba la tenemos en los asistentes a escuelas de música, grupos instrumentales y coros: tanto amor por las siete notas, pero rara vez presentes en los conciertos.
Las asociaciones musicales deberían estar obligadas a estimular la asistencia de los jóvenes a los conciertos con una guía de audición adecuada, utilizando músicos formados que puedan destacar los aspectos más destacados de la música del programa. Inicialmente, quienes se disponen a escuchar necesitan saber dónde y cómo empieza y acaba un tema, una frase, una expresión significativa; explicándolo todo con ejemplos concretos (contenido energético, momentos de cierre, acordes decisivos, sonidos repetidos, pausas repentinas, final con cadencia, etc.) se llegaría a la fase de concienciación sin correr el riesgo de desorientar a quienes no saben nada de lo que tienen que escuchar y de cuánta música especializada existe en ello. También solucionaría los tan molestos aplausos fuera de lugar.
En este punto, objetarían aquellas personas a las que no les interesa un tipo de escucha estructural; que toque un cuarteto, un solista o una orquesta, poco importa; lo importante es sentarse, tal vez en primera fila, y luego irse a casa con el orgullo de haber pasado una velada diferente a lo habitual; hay que señalar que entre éstos siempre está el que se levanta al final del concierto gritando "¡BRAVO! BIS!"
El musicólogo Silvano Sansuini escribe: "la capacidad de "disfrutar" de la música es indudablemente mayor si el teatro es de primera clase, si la velada es importante, si la mano acaricia el terciopelo de una butaca en lugar del banco de la galería, si la señora de al lado nos embriaga con sus joyas y su perfume. Puede ocurrir (continúa Sansuini) que ya no se reconoce la misma página emitida por radio".
Lo que escribe Sansuini nos hace darnos cuenta de que la educación auditiva es un hecho esencial que no debe subestimarse. Por tanto, es necesario que los jóvenes aumenten su cultura musical mediante una asistencia seria y constante a conciertos. Comprender una interpretación musical, ya sea instrumental, vocal, antigua, clásica o moderna, equivale a la capacidad de asumir un planteamiento racional propio, una organización del pensamiento. La escucha situada en esta perspectiva, no será la actividad de un lego o de una memoria borrosa, sino que habrá transmitido cualidades de apreciación, juicio de valor, hábito de conciencia.
Mariano Garau
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