Solfeo hablado: un estudio insignificante
SOLFEO HABLADO: UN ESTUDIO INSIGNIFICANTE
Tenía poco más de ocho años cuando comencé mis estudios musicales. Ninguna predisposición familiar, ningún talento que pudiera haberme inspirado a acercarme al arte de la música. Sin embargo, se encendió en mí esa chispa que determinó el comienzo de una gran aventura.
Recuerdo como si fuera hoy la alegría que sentí cuando abrí mi primer libro de música, me impactó especialmente la primera frase: LA MÚSICA ES EL ARTE DEL SONIDO. Me brillaron los ojos al pensar inmediatamente en el gran viaje: me esperaba el mundo de las siete notas, el mundo que anhelaba, lleno de sonidos, acordes, satisfacciones y que por fin me permitiría tocar un instrumento.
Desgraciadamente, ¡no fue así! Desde las primeras lecciones leí áridos ejercicios que nada tenían que ver con la realidad sonora. Está claro que sólo hoy puedo darme cuenta de cuánto tiempo perdí estudiando ese supuesto solfeo hablado.
Pero, ¿qué significa "hablado" si se leen símbolos que expresan un sonido? ¿Por qué muchos profesores siguen sin darse cuenta de que el solfeo hablado deseduca el oído? Cuando oigo decir que un alumno es bueno en música porque resuelve bien, me entran escalofríos; ¿es realmente la lectura de un ritmo difícil, un ejercicio de torbellino, la prueba para descubrir un talento musical?
¿Cuántos niños se han alejado de la música por considerarlos descuidados, desafinados? Muchísimos. Por lo tanto, sería bueno no pasar por alto la oportunidad de proporcionar a los niños en edad preescolar una educación musical básica adecuada, enseñándoles la lectura vocal basada en el estudio de los intervalos. Al hacerlo, no se perderán unos años preciosos, precisamente aquellos en los que las capacidades psicointelectuales del individuo son más receptivas.
También me gustaría señalar que la teoría musical no puede enseñarse con lecturas aburridas que estén divorciadas de cualquier referencia lógica. Fíjese en este ejemplo:
Según las reglas del solfeo hablado, el sonido alterado debe leerse pronunciando la sílaba Fa como si el sostenido no existiera. En resumen, leo un sonido diferente del escrito. Dejo que se imaginen qué clase de oído musical saldrá de un alumno que siga estas absurdas teorías. Como si en el lenguaje verbal pudiéramos permitirnos leer una sílaba en lugar de la otra. En países musicalmente más avanzados que el nuestro nunca se ha conocido ni practicado el solfeo hablado, recurriendo en su lugar a la lectura rítmica.
La interpretación de un símbolo con su verdadero significado (el sonido), resalta el contenido expresivo de una línea melódica basada en el canto. Sólo la práctica del solfeo cantado puede hacer revivir la metodología de Guido D'Arezzo basada en las sílabas de la escala diatónica y los intervalos. Quien se dispone a estudiar un instrumento de viento o de cuerda debe, en primer lugar, ejercitar su oído mediante el estudio de los intervalos, saber entonarlos y transportarlos en diferentes tonalidades. Si falta esta práctica diaria, bien por negligencia, bien porque se está convencido de que es tiempo perdido, ese instrumento nunca será preciso en su entonación.
Según el musicólogo Edgar Willems, los malos músicos no oyen lo que tocan; los músicos mediocres pueden oír pero no escuchan; sólo los buenos músicos oyen lo que van a tocar.
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